En una de las últimas pláticas a los mayores de primaria les recordaba que en este curso han cambiado mucho. Es cierto, en el trascurso de un año, sobre todo a esas edades los niños y niñas cambian, aunque que no lo percibamos de un día a otro. Cambian físicamente -a los chicos les decía que alguno casi tiene ya bigote-, pero cambian también por dentro, que es lo más importante, aunque se nota menos porque no se ve. Y les explicaba por qué; durante la mayor parte del año han estado madrugando mucho para ir al colegio y trabajando muchas horas, y -más allá de lo puramente académico- eso ha dejado una huella en ellos: les ha hecho más esforzados, más responsables, más maduros.
Por eso, el verano no debe ser una pausa en su proceso de crecimiento. Los hábitos que han adquirido pueden perderlos fácilmente, sobre todo cuando las vacaciones se convierten en un «nada que hacer». El cerebro humano necesita siempre estar haciendo algo, y si no planificamos el tiempo de los hijos para aprovechar el tiempo, es muy fácil perderlo en cosas que no les ayudan. No hay que olvidar que descansar no es no hacer nada sino hacer otras actividades distintas, que también sean enriquecedoras para la formación.
¿Qué actividades se pueden programar en verano? En primer lugar, están esas actividades que no son tan fáciles de realizar durante el curso debido a los horarios apretados. La principal de ellas es poder dedicar tiempo a los demás. Como decía la canción: «las cosas son importantes pero la gente lo es más». Durante el curso los padres dedican mucho tiempo a sus trabajos; ahora es el momento de dedicar tiempo a los hijos, a los familiares, a los amigos. Y para los niños, es el tiempo para que puedan jugar mucho con otros niños, no con pantallas. Por eso son tan positivos los campamentos y las jornadas deportivas, eso sí, que tengan un ambiente adecuado, porque no se trata de tener a los hijos ocupados, sino que aprendan a relacionarse y a compartir. Otras actividades enriquecedoras para ellos, y por supuesto para los adultos, son la lectura, descubrir nuevas aficiones, hacer viajes y excursiones al campo, etc. Los niños especialmente necesitan ampliar su mente y sus experiencias, y el verano requiere por parte de los padres un especial empeño para ofrecer una oferta de actividades atractiva, planificada con antelación.
Jesús en el evangelio les propone varias veces a sus discípulos que se vayan a un lugar apartado con Él a descansar. ¡Qué buena enseñanza sobre el descanso!: es necesario de vez en cuando romper con nuestra rutina, sobre todo para poder centrarnos en lo importante, que es las personas a las que amamos. ¡Cómo disfrutarían de esos momentos con Jesús! De las vacaciones bien aprovechadas en nuestra familia, con los nuestros, será de donde surjan esos momentos que luego nos proporcionarán los mejores recuerdos.
Don Arturo Garralón
Capellanía de Alborada